Melodías nocturnas: Chris Isaak, con San Francisco Days (1993)

Aunque llevo ya seis años con The Music Picker, todavía me pasa que, de repente, me aparece un artista en mi colección del que todavía no he hablado, para mi asombro. Ha sido ahora el caso de Chris Isaak, y aquí vengo a remediarlo, ya que es un caso ciertamente singular.

Hace ya cuarenta años, en un especial radiofónico de esos hoy impensables sobre artistas emergentes del momento, me encontré inmerso en los sonidos del debut de Isaak, Silvertone. Claramente influenciado por Elvis Presley y los pioneros del rock&roll, Isaak me pilló desprevenido con su aproximación respetuosa, pero a la vez muy de su tiempo, en el que oscilaba radicalmente de la luz a la penumbra, de Livin’ for your lover o Pretty girls don’t cry a la melancolía de Funeral in the rain o Unhappiness, el romanticismo ingenuo de Back on your side, el cachondeo de Voodoo y, sobre todo, esa sensualidad oscura y misteriosa de Dancin’. Música que poco tenía que ver con lo que escuchaba en 1984, pero que me pilló en un momento particularmente receptivo. Creo que fue ese aire algo inquietante lo que me llevó a ir siguiendo su discografía, su segundo álbum homónimo (1986), en el que empezaron a aparecer nombres que configurarían su banda, o Heart shaped world (1989), en el que aparecía el célebre Wicked game, que resumía y a la vez solidificaría su sonido, pero también Blue spanish sky, Forever young o el propio Heart shaped world, sin olvidarme de su primer álbum de los noventa, San Francisco Days (1993) o Forever blue (1995), que se abría con otro tema convertido en mítico, Baby did a bad bad thing, aunque también el sonido Isaak por excelencia de Somebody’s crying. Aunque ese Chris Isaak de aspecto perennemente juvenil, aparente amarrado a hacer crónicas del desamor y la tristeza sin fin crearon un cliché, a él le divertía jugarlo en trabajos como The Baja sessions, su -inteligente- idea de plantear un álbum acústico, o Speak of the devil (1998). Isaak tiene una rara habilidad de moverse con asombrosa comodidad en un espacio propio, haciendo simplemente lo que le apetece, incluso saliendo airoso de la peor propuesta posible, el género del álbum de Navidad en Christmas, que tenía el gran mérito de sonar a un álbum de Chris Isaak.

Reconozco que a pesar de su habilidad, las ‘variaciones Isaak’ me fueron dejando de interesar con el tiempo, y me fuí alejando de forma natural a partir de su primer álbum de los dos mil, Always got tonight (2002). En el nuevo siglo espaciaría mucho más sus álbumes de estudio de temas originales, como Mr. Lucky (2009) y First comes the night (2015), que no he escuchado. Pero cada vez que me reencuentro por casualidad con algún tema de Chris Isaak (exceptuando Wicked Game, que es uno de esos temas que han pasado al cancionero global, como Losing my religion o Every breath you take), reconozco ese ambiente que me enganchó en primer lugar. En otro pick hablaré de lo que me ha puesto de nuevo a Isaak en mi camino, pero sirva esta entrada para reparar un olvido.

Y ahí va el tema que he tenido incrustado estos últimos días, San Francisco Days, el tema que daba. título a su álbum de 1993, en el que nos muestra su lado luminoso, primaveral, de días lentos, de copas en el atardecer. Y también de noches para recordar.

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