Monstruos: R.E.M. – What’s the frequency, Kenneth (1993)

Me enamoré de R.E.M. en 1986, cuando les conocí con su álbum Life’s Rich Pageant, todavía uno de mis favoritos. Como que en ese momento ya tenía algo de dinero para poder malgastarlo en discos, cuando la banda de Athens, Georgia hizo el salto a la multinacional Warner en 1988 yo ya tenía prácticamente toda su discografía. Todavía faltaban tres años antes que R.E.M. pasara de ser una banda señera del rock alternativo a un monstruo internacional con el improbable Out of time, y, por supuesto, con ese megahit que fue Losing my religion. Out of time siempre me pareció un álbum en extraño y hecho a piezas, en el que Radio song se las daba de moderna, Low chocaba con Shiny happy people (que era paródica, por cierto) y Half a world away nos recordaba sus raíces, por algo era su séptimo álbum.

Esa locura desatada en 1991, cuando un nuevo impulso al rock norteamericano se estaba gestando en Seattle, me pilló realmente desprevenido y me generó emociones contradictorias. Por un lado, alegría del enorme reconocimiento repentino de una banda que atesoraba, algo que me ha sucedido de hecho muy pocas veces. Por otro lado, disgusto por la superficialidad de una parte de ese ‘fandom expandido’ que en el fondo había entrado en R.E.M. por pura moda. Una moda que seguiría un año más tarde, con otro trabajo en una línea similar, aunque algo más cohesionado, Automatic for the people, que no tenía un hit tan obvio, pero sí un catálogo de canciones importantes como Drive, Everybody hurts, Man on the Moon o Find the river. Dos discos superventas en los que prácticamente no giraron, y cuando lo hicieron, fue en formato acústico y en ocasiones bajo nombres inventados como la Bingo Hand Job Band. En ese momento ya me rendí a la grandeza del momento y abracé Automatic for the people como una obra mayor de R.E.M.

En 1993, en plena explosión del grunge y del rock alternativo en Estados Unidos, R.E.M. se lanzaron con un álbum totalmente distinto, podríamos decir que en reacción a los anteriores. Monster era un disco más crudo, distorsionado y ruidoso, lo que en el fondo les conectaba con Green (1988) o el que para mí sigue siendo su mejor trabajo, Document (1987). Los dos temas que abrían el disco, What’s the frequency Kenneth y Crush with eyeliner, en el que colaboró Thurston Moore de Sonic Youth eran claras declaraciones de principios. Esto no era un Out of time 3, sino otra bestia. King of comedy, como la película de Martin Scorsese de la que tomaba el título no pretendía ser especialmente cómica; I don’t sleep, I dream era un desvío más apaciguado pero particularmente oscuro, y aunque otro tema de inspiración cinematográfica, Star 69, sonaba más ligera y rockera, deja también un poso amargo; Strange currencies es quizás el primer tema que retrotrae un poco a los dos anteriores álbumes de REM, en especial Everybody hurts; Tongue es otro tema atmosférico de toques experimentales, tras el que le sigue el hipnótico Bang and blame y otro rocker atípico, I took your name. Cierran el disco Let me in, con una guitarra distorsionada y tremendamente atmosférica, otro número rock inquietante pero sumamente interesante como Circus Envy y un cierre más abandonado a la distorsión, con unas voces de Michael Stipe ciertamente atípicas y titulado simplemente You.

Paradójicamente, en 1994, una vez aceptada esa fase de ‘madurez’ en la cima, Monster me costó mucho, y no fue un disco al que volviera habitualmente. Tampoco volví a menudo al disco ‘contractual’ que presentaron en 1995, New adventures in Hi-Fi, con el que cerraban el primer contrato con Warner y que también sería el último en el que participaría el batería Bill Berry. Un momento que cambiaría la banda para siempre, pero esto será ya otra historia.

Treinta años más tarde, muy raramente escucho Out of time o Automatic for the people, más allá de temas sueltos, sobre todo del segundo. Ahora me he reencontrado con Monster y New adventures in Hi-Fi y redescubrirlos me ha encantado. Dos álbumes muy libres, inquietos, donde la banda quería sacudirse el verse encasillados como los padrinos del rock de los noventa. Y en esa tensión sacaron una fuerza que parecía estar dormida. Si bien posteriormente el trío a la fuerza mantendría una extraordinaria ética de trabajo y sacaría algunos discos interesantes, particularmente Up (1998), R.E.M. en cierta forma cerró el círculo ya en 1995.

Echo de menos a R.E.M., y a la vez espero que mantengan su promesa de no retornar al estilo Rolling Stones. Tienen una discografía más que suficiente para encontrarnos y reencontrarnos con ellos, con sus diferentes etapas, sus contradicciones, su humor, su respeto a los grandes clásicos del rock de los sesenta, setenta y ochenta, su fuerza, su humildad y su arrojo. Hoy me quedo con este What’s the frequency Kenneth, si no recuerdo mal el primer single que sacaron de Monster y en el que pasado y presente se fusionaban a la perfección.

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